Pablo Vierci

19.02.2024

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Pablo Vierci, (Montevideo, 1950) es escritor y guionista. Su primera obra Los Tramoyistas (1979) se tradujo al inglés y al portugués. Ha escrito más de 12 libros (incluído Tenía que sobrevivir, donde repasa la vida de R. Canessa, sobreviviente del accidente aéreo de Los Andes y "la sociedad de la nieve" -recientemente llevada al cine) así como guiones para documentales y largometrajes. Obtuvo el segundo premio Nacional de Literatura de Uruguay en 1987 y 2004


P.- ¿Cuál fue el primer libro que leíste?

R.- Los primeros libros que leí en el colegio al que iba, el Stella Maris, de Hermanos Irlandeses, fueron compendios de las obras de Shakespeare. Como era lectura obligatoria, y eran resúmenes de las obras, en inglés, no me llegaban a fascinar.

En cambio el primer libro que sí me impactó, también en el colegio, y también de lectura obligatoria, fue "Don Quijote de la Mancha", de Miguel de Cervantes. Me fascinó el estilo, aprendí desde adolescente la increíble riqueza de la lengua española. Me conmovió la ironía, la sátira, llegué a saberme casi de memoria fragmentos enteros del Prólogo del Quijote, que seguí leyendo a lo largo de la vida, boquiabierto con la sabiduría con que Cervantes enfrenta a las "vacas sagradas", toda una lección que me acompañó siempre.

P.- ¿Cuál fue la primera historia que escribiste?

R.- De niño escribía poemas, que mi madre y una tía alababan con condescendencia. Luego escribía crónicas de costumbres para una revista del club de ex alumnos del colegio al que iba, pero la primera obra donde me atreví a desarrollarla en forma de novela, la comencé cuando tenía 24 años. En ese año, dos años después del accidente de los Andes, hice un largo viaje de casi seis meses por el río Amazonas, desde el Atlántico hasta la ciudad de Iquitos, en la selva del Perú. Fue una exploración al "fin del mundo", como "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad. Me provocó tal conmoción, viajar a mundo tan desconocido, donde terminaba conociendo a tipos humanos que no se sabía si eran brasileños, colombianos o peruanos, que comencé a narrar la experiencia en el propio viaje. Luego que volví a Uruguay lo publiqué como "crónicas de viaje" en el principal diario de Uruguay, El Día. Pero de inmediato comencé a darle forma de novela, que titulé "Los Tramoyistas", que se publicó en Uruguay en 1979, cuando yo tenía 29 años, y también se publicó en Brasil y en Estados Unidos, con el título "The Imposters". Siempre creí que arranqué con el pie derecho con los libros, porque creí que era tarea fácil que a uno lo tradujeran al inglés y al portugués, por parte de grandes editoriales. Poco después aprendí que había tenido la "suerte del principiante", particularmente porque la novela es un tema exótico para el mundo civilizado.

P.- ¿Cuál fue el primer libro que te impactó y por qué?

R.- Fue un conjunto de libros de lo que se llamó el "boom de la literatura latinoamericana", "Conversación en La Catedral", de Mario Vargas Llosa, en el año 1969, "Cien años de soledad" de García Márquez en 1967 y "Rayuela" de Julio Cortázar de 1963. Reconozco que me fanaticé con Cortázar en mi primera juventud, pero que cuando crecí, me dejó de interesar por completo, a diferencia de los otros dos autores mencionados. Nunca entenderé por qué, ni el hechizo ni el olvido.

P.- ¿Quién es tu escritor/a favorito/a?

R.- A quien le he sido más fiel a lo largo de la vida es a Mario Vargas Llosa. Leí casi siempre con pasión todos sus libros, con destaque especial para "La fiesta del chivo", aunque también me fascinaron algunos de sus ensayos, como "La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary".

P.- ¿Qué personaje de un libro te hubiera gustado conocer y crear?

R.- Conocer, sin duda a Don Quijote. Pero no me hubiera atrevido a crearlo porque Cervantes es demasiado exuberante para atreverme a competir con él.

P.- ¿Alguna manía a la hora de escribir o leer?

R.- A la hora de escribir tengo muchas manías. Necesito estar completamente aislado y ensimismado. Siempre tuve un escritorio separado de mi casa, al fondo, cuando mis hijas eran niñas. Cuando encuentro el punto de vista y el tono de lo que escribo, necesito entrar en trance con alguna música, con auriculares, que repito una y otra vez como un mantra, durante días o incluso meses.

Entrar en trance significa estar como suspendido del piso diez centímetros. Y luego, cuando finalizo la jornada de escritura, termino generalmente extenuado, duermo a los tropezones para zambullirme, al día siguiente, en búsqueda de ese trance de la víspera, poblado de lo que los psicólogos llaman insights, que son como comprensiones súbitas y profundas de algo muy hondo que siempre se nos escapa a medida de que nos acercamos a él. Pero que siempre es nuevo y diferente del que vivimos en la víspera.

En otra escala, mucho menor, algo similar me sucede cuando me enfrasco en una lectura que me apasiona, lo que no me sucede con frecuencia.

P.- ¿Y tu sitio y momento preferido para hacerlo?

R.- Cuando era joven escribía de tarde y de noche. Ahora, desde hace casi veinte años, es al revés, de mañana muy temprano. Y siempre percibo que cuanto más apasionado estoy en la escritura, o sea cuando le encontré el punto de vista, el ritmo, el tono, el "estado de gracia", cada vez me levanto más temprano por la fascinación que me produce ese estado de trance.

En este sentido mi lugar preferido es una casa que tenemos en Punta del Este, a 120 kilómetros de Montevideo, junto a un gigantesco arboretum público de más de 100 hectáreas, donde suelo levantarme de noche, tanto en invierno como en verano, y escribo, en ese estado de hechizo, sin parar, hasta el mediodía, sin darme cuenta que he estado casi sin parar seis o siete horas. Una perrita Golden que vive con nosotros desde hace 15 años es la compañera más fiel, echada junto a mis pies. Suelo acariciarla con el pie descalzo, y ella me lo agradece y no me hace preguntas sobre por qué estoy viviendo en ese estado de gracia.

 P.- ¿Qué autor o libro te ha influido en tu trabajo como escritor?

R.- Mario Vargas Llosa. No solo por sus obras, sino por el hecho de ser latinoamericano, de haberme enseñado desde siempre que se puede vivir de la escritura, de que los temas de este continente pueden ser tan apasionantes como cualquiera, o más.

Además de su versatilidad, en estilos o en géneros.

.P.- ¿Cuáles son tus géneros favoritos?

R.-La recreación histórica, a través de la ficción o la no ficción, es tal vez lo más recurrente en mis 12 libros. Es la forma en que experimento lo que contaba más arriba, esa inmersión psicológica, porque generalmente son hechos o momentos de los que participé, con mayor o menor distancia. Entonces resulta una experiencia no solo superadora y psicoterapéutica para mí, sino que, mediante la escritura, logro abrir puertas bloqueadas o entreabiertas de mi inconsciente, o logro comprender más hechos que ocurrieron y que afectaron mi vida, dejándome en una posición más elevada, desde donde logro acceder a planos de conciencia desconocidos que me permiten mirar con más profundidad y distancia lo que sucedió, y lo que me sucedió.

Necesito imperiosamente cambiar todos los días. Escribo fundamentalmente para que mi vida no sea una fotocopia, no podría comprender mi vida si mañana es igual a hoy.

P.- ¿Qué estás leyendo ahora? ¿Y escribiendo?

R.- Estoy leyendo todos los trabajos que encuentro sobre la pedofilia, tanto desde la psiquiatría o la psicoterapia como de casos reales, testimonios, porque estoy terminando una novela sobre ese tema. Un tema que conozco, por víctimas cercanas, pero de los años 60, cuando el tema directamente "no existía". Y el hecho de que no existiera me resulta un enigma tan gigantesco, que la novela me ha ayudado a comprender mucho mejor esa frase que tanto me gusta, y me acompaña desde la juventud, de Benedetto Croce, de que "la historia es la hazaña de la libertad"

P.-. Si no fueras escritor/a ¿qué serías?

No tengo la menor idea. Posiblemente no existiría.

P.- Qué ha supuesto el boom de la película de cara a las nuevas ediciones de "la sociedad de la nieve"? Os esperabais (tanto tu como los sobrevivientes) esta brutal acogida?

Yo conocí a Juan Antonio Bayona en mayo de 2011, y empecé a trabajar con él, y sus productoras, Belén Atienza y Sandra Hermida en 2016. Desde ese momento me di cuenta que estaba trabajando con una persona fuera de serie, un renacentista que es sabio en disciplinas tan diversas como la narración, la plástica, la música. Que tiene un manejo de las emociones que pocas veces he visto, y una bondad superlativa. Y todo esto lo advierto también desde siempre en Belén y en Sandra. Por eso, y por el hecho de que acompañé todas las etapas de la película, no me sorprendió el fenómeno. Más bien siempre creí que ocurriría. Y los sobrevivientes gradualmente fueron sintiendo y pensando lo mismo.

La ecuación para mí fue quedando cada vez más clara: por el libro "La Sociedad de la Nieve", y por otro libro que hice junto con Roberto Canessa sobre el tema, "Tenía que Sobrevivir", sabía claramente algo que empezó a ocurrir desde el accidente: la potencia de esta historia. Cómo sacude el corazón y la mente de las personas, de cualquier generación. Si a eso se suma una realización excelsa, como es la de Bayona y su equipo, haríamos y generaríamos una ola universal, como siempre le dije a Bayona y a las productoras, Belén y Sandra. Lo que no sabía era que generaríamos un tsunami, una ola gigantesca que no se puede medir.

P.- ¿ Estabais preparados para esto y todo lo que supone? (viajes, entrevistas, estar de nuevo en el punto de mira)

Como dije, estaba preparado para que generáramos una ola global, como le decía a Bayona, o sea decía que habría un momento en que todos estarían hablando de la película. Lo que no sabía es que sería tan rápido, y tan intenso, por eso hablo de tsunami, más que de una ola.

Creo que para que sucediera esto se sumaron tres elementos con los que yo no contaba, o no podía anticipar. Primero el poder del streaming, de Netflix, el hecho de que en pocos días más de 160 millones de personas hayan visto la película. Lo segundo son las redes sociales, que ahora me ha dado por pensar que son como un vehículo portentoso que se encuentran con un pasajero inesperado, esta historia de jóvenes veinteañeros de lo que sucedió en los Andes en 1972. Y el tercero, vinculado con los dos anteriores, es la empatía que logra la película con la juventud.

Nosotros siempre creíamos que todos los seres humanos contemporáneos conocían al menos los mojones más difundidos de esta historia. Pues aprendimos que no, que los menores de 25 años en muchos casos no conocían nada de esta historia. Y son los jóvenes los que están siendo una fuente gigantesca de difusión y debate, porque han encontrado, en esos dos vehículos que mencioné, el streaming y las redes sociales, los instrumentos donde transportar a este pasajero, la historia de los Andes, con el que sienten empatía, porque son sus pares, tienen su misma edad, les habla de temas que les son muy caros, como es la amistad, la fraternidad, y, fundamentalmente, les da una visión esperanzadora de lo que somos. Siento que la película apunta a crear una conciencia colectiva donde terminamos reconciliándonos con el ser humano, y donde cada uno toma la antorcha o el testigo y prosigue con él superando y complejizando lo que vieron en la película.

P.- ¿Habrá un libro con los testimonios de los familiares de los que no regresaron?

Ya hay un excelente libro con testimonios de familiares, "Del otro lado de la montaña", de María del Carmen Perrier Pérez del Castillo, sobrina del capitán del equipo de rugby, Marcelo Pérez del Castillo, que quedó para siempre en la montaña.